La Bendición del Nuevo Pacto

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Juan Jara

“Así que, por eso (Cristo) es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.” Hebreos 9:15

El Nuevo Pacto

Las sagradas Escrituras nos dan cuenta de que Dios establecería un nuevo Pacto con su pueblo, no como el pacto antiguo(Jeremías 31:31). Un Nuevo Pacto, cuya cabeza federal sería el propio Hijo de Dios y que sería un pacto inquebrantable, destinado a otorgar al pecador perdón definitivo de sus pecados, un corazón nuevo y de capacitarlo para la obediencia a Dios a través de la morada del Espíritu Santo en cada creyente. Todo esto en el marco de una nueva relación y comunión espiritual con Dios basada en el perdón completo y perpetuo de sus pecados. Estas preciosas promesas y bendiciones iban a ser impartidas por el mismo Espíritu de Dios que moraría en ellos. 

 

Bendiciones del Nuevo Pacto

Ya que, por la transgresión de Adán, se cerró la posibilidad de acceder a las bendiciones de Dios, sino que, por el contrario, el haber violado el pacto de obras trajo muerte, maldición y condenación. Este acontecimiento, dejó al hombre absolutamente imposibilitado de vivir una vida recta, santa y orientada a la gloria de Dios. El mundo quedó “destituido de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), muerto en sus delitos y pecados (Efesios 2:1) y sin siquiera la capacidad de entender las cosas que son del Espíritu (1 Corintios 2:14).

Por Otro lado, el Antiguo Pacto, no poseía lo necesario para capacitar al pueblo de Dios respecto de lo necesario para establecer una relación filial profunda, espiritual y permanente con el Dios Santo. Esto se hace notorio en el hecho que Israel, como pueblo de Dios en el Antiguo Pacto, innumerables veces transgredió la ley, y aun sus reyes, representantes ante Dios en el Pacto, desobedecieron la ley y violaron el pacto, por lo cual, sufrieron el castigo de Dios, teniendo como clímax de esta patética realidad, la invasión y destrucción de su tierra y el consiguiente exilio. Todo esto da cuenta de que, a través del Antiguo Pacto, era inviable gozar de una relación consumada de gozo y plenitud como pueblo de Dios. “…porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor”. (Hebreos 8:9b)

Ante esta imposibilidad que tenía el Antiguo Pacto, de proveer a su pueblo de una profunda comunión con Dios, de perfecta obediencia a su ley, fue que Dios anuncia el establecimiento de un Nuevo Pacto, cuya cabeza federal, sería el mismo Hijo eterno de Dios, el cual estaba comprometido y dispuesto a cumplir, en favor de su pueblo, todas las demandas de la ley de Dios; un Nuevo Pacto, que es un “mejor pacto” y cuyas promesas son “mejores promesas” (Hebreos 8:6) y cuyas bendiciones garantizan el perdón eterno de su pueblo, la comunión intima con Dios y la obediencia amorosa a su ley, todo esto bajo la guía de su Espíritu, el cual les sería dado, para habitar en ellos.

Las Bendiciones que emanan del Nuevo Pacto, podemos verlas anticipadas de manera clara en Jeremías 31:33‑34 y Ezequiel 36:26‑27:

He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.  Jeremías 31:33‑34

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”. Ezequiel 36:26‑27

Por lo tanto, este Pueblo de Dios, bajo este Nuevo Pacto, tendría la gran bendición de que serían vivificados espiritualmente (corazón nuevo, corazón de carne, ¡nuevo nacimiento!), serían habitados por el mismo Espíritu de Dios, quien les capacitaría para guardar la ley de Dios, ponerla por obra, y los llevaría a tener un conocimiento íntimo y profundo de Dios (todos me conocerán); y lo más glorioso, este pueblo contaría con un perdón completo, definitivo y perpetuo de sus pecados. En definitiva, este nuevo pacto, traería la gloriosa realidad de una relación nueva caracterizada por la presencia del Espíritu Santo como dador de vida y santificador del pueblo de Dios.

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